En una noche memorable para el fútbol mundial, hubo un héroe inesperado en Milán. Francesco Acerbi, defensor del Inter, apareció al minuto 93, cuando las gradas del Giuseppe Meazza comenzaban a llorar la derrota, para empujar un balón al que parecía destinado a patear.
Definió de derecha para igualar el marcador ante un Barcelona que ya celebraba el pase a la final, en una posición desconocida para él, pero impulsado por el hambre de un tipo que ha sabido salir adelante de los momentos más oscuros.
Acerbi, nacido en Vizzolo Predabissi, Italia, el 10 de febrero de 1988, ha enfrentado los desafíos más complicados fuera de la cancha. En sus 37 años de vida ha superado dos episodios de cáncer testicular, luchado contra la depresión tras la muerte de su padre y ha dejado atrás el alcoholismo.
En 2012, durante su corta estancia con el AC Milan, Francesco sufrió la pérdida de su padre. Una noticia con la que no pudo lidiar y lo terminó orillando a una depresión intensa y un alcoholismo que casi acaban con su carrera y su vida. Ese año en Milán solo pudo disputar 10 partidos y terminó siendo vendido al Sassuolo.
Recién llegado con los “neroverdis”, Franceso supo que algo andaba mal con su cuerpo. Un tumor en su testículos estaba creciendo y necesitaba operarse de emergencia. En solo un par de meses, Acerbi estaba de regreso a las canchas, pero el cáncer no se había ido.
Un test de doping reflejó, nuevamente, niveles irregulares en la sangre del italiano. Cuando se daba por hecho el uso de sustancias, resultó ser que que el cáncer de Acerbi estaba creciendo nuevamente y con más fuerza. Así, llegaron las quimioterapias y un año lejos del fútbol.
Irónicamente, para Acerbi el cáncer significó un parteaguas en su vida. La “cura” de su alma. “El cáncer fue mi suerte. Doy gracias a Dios por haberlo tenido. La enfermedad me cambió, me enseñó a valorar cada momento y a respetar mi cuerpo y mi profesión”, dijo Acerbi.
“Sin la enfermedad me habría retirado. Por fortuna alguien de ahí arriba me amaba y me envió la enfermedad. Sin ella hubiera terminado muy mal. Nadie me hubiera salvado”, reflexionó
Ahora, Francesco ha saltado a los libros históricos del Inter de Milán y del fútbol europeo con el gol más importante de su vida. Una anotación que simboliza ese último aliento de esperanza y amor, cuando las luces están por apagarse.
En una noche memorable para el fútbol mundial, hubo un héroe inesperado en Milán. Francesco Acerbi, defensor del Inter, apareció al minuto 93, cuando las gradas del Giuseppe Meazza comenzaban a llorar la derrota, para empujar un balón al que parecía destinado a patear. Definió de derecha para igualar el marcador ante un Barcelona que
En una noche memorable para el fútbol mundial, hubo un héroe inesperado en Milán. Francesco Acerbi, defensor del Inter, apareció al minuto 93, cuando las gradas del Giuseppe Meazza comenzaban a llorar la derrota, para empujar un balón al que parecía destinado a patear.
Definió de derecha para igualar el marcador ante un Barcelona que ya celebraba el pase a la final, en una posición desconocida para él, pero impulsado por el hambre de un tipo que ha sabido salir adelante de los momentos más oscuros.
Acerbi, nacido en Vizzolo Predabissi, Italia, el 10 de febrero de 1988, ha enfrentado los desafíos más complicados fuera de la cancha. En sus 37 años de vida ha superado dos episodios de cáncer testicular, luchado contra la depresión tras la muerte de su padre y ha dejado atrás el alcoholismo.
En 2012, durante su corta estancia con el AC Milan, Francesco sufrió la pérdida de su padre. Una noticia con la que no pudo lidiar y lo terminó orillando a una depresión intensa y un alcoholismo que casi acaban con su carrera y su vida. Ese año en Milán solo pudo disputar 10 partidos y terminó siendo vendido al Sassuolo.
Recién llegado con los “neroverdis”, Franceso supo que algo andaba mal con su cuerpo. Un tumor en su testículos estaba creciendo y necesitaba operarse de emergencia. En solo un par de meses, Acerbi estaba de regreso a las canchas, pero el cáncer no se había ido.
Un test de doping reflejó, nuevamente, niveles irregulares en la sangre del italiano. Cuando se daba por hecho el uso de sustancias, resultó ser que que el cáncer de Acerbi estaba creciendo nuevamente y con más fuerza. Así, llegaron las quimioterapias y un año lejos del fútbol.
Irónicamente, para Acerbi el cáncer significó un parteaguas en su vida. La “cura” de su alma. “El cáncer fue mi suerte. Doy gracias a Dios por haberlo tenido. La enfermedad me cambió, me enseñó a valorar cada momento y a respetar mi cuerpo y mi profesión”, dijo Acerbi.
“Sin la enfermedad me habría retirado. Por fortuna alguien de ahí arriba me amaba y me envió la enfermedad. Sin ella hubiera terminado muy mal. Nadie me hubiera salvado”, reflexionó
Ahora, Francesco ha saltado a los libros históricos del Inter de Milán y del fútbol europeo con el gol más importante de su vida. Una anotación que simboliza ese último aliento de esperanza y amor, cuando las luces están por apagarse.
Deportes – La Nación