El rosero quiteño, la bebida símbolo de la capital que guarda historia y tradición

El rosero quiteño, una bebida ancestral que data del siglo XVIII, encierra en sus ingredientes la esencia de la historia y la cultura de Quito.

 Esta refrescante bebida tiene una elaboración que supera las 24 horas.  

El rosero quiteño, una bebida ancestral que data del siglo XVIII, encierra en sus ingredientes la esencia de la historia y la cultura de Quito.

Su origen se remonta a los claustros y conventos de la época colonial, donde monjas y frailes la preparaban como una alternativa a las bebidas alcohólicas en celebraciones religiosas y sociales.

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A pesar de su arraigo en la tradición culinaria quiteña, este manjar histórico sigue siendo un tesoro poco conocido para muchos.

Según el Ministerio de Turismo del Ecuador, el rosero quiteño fue registrado por primera vez en el diccionario de la Real Academia Española en 1750.

Su preparación estaba estrechamente vinculada a diferentes celebraciones, como el Corpus Christi, bautizos, primeras comuniones y matrimonios, eventos en los que se destacaba por su color blanquecino y su consideración como una bebida “pura”.

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En aquellos tiempos, su consumo estaba reservado para la élite religiosa y social que habitaba en los monasterios y conventos de Quito.

La concejala de Quito Analía Ledesma propuso recientemente un proyecto de ordenanza para declarar al rosero quiteño como la bebida ícono del Distrito Metropolitano de Quito.

Aunque esta iniciativa no prosperó, el esfuerzo resalta la importancia de preservar y difundir esta tradición como parte del patrimonio cultural de la ciudad.

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La receta del rosero quiteño es un reflejo de la riqueza de la cocina quiteña. Irene Tirado, representante de la hueca Tradiciones Quiteñas, explicó que su elaboración requiere al menos 24 horas.

“Es un proceso minucioso, en el que se preparan almíbares, se pican y licúan frutas, y se infusionan hierbas como el cedrón, la hierba luisa y la hoja de naranja”, comentó Tirado.

QUITO.- El rosero quiteño es una de las bebidas tradicionales de la capital. Foto: Carlos Granja Medranda

Además, la receta incluye ingredientes distintivos, como las “aguas carmelitanas”, elaboradas en el monasterio de Santa Catalina de Siena, así como el agua de rosas y el agua de azahares, que añaden un toque místico y floral.

Las frutas que componen esta bebida incluyen piña, babaco, frutillas y el extinto chamburo, una fruta que lamentablemente ha desaparecido de muchas regiones. Todos estos ingredientes se mezclan con mote, previamente remojado y sin hembrilla, para lograr una textura y sabor únicos.

El rosero quiteño sigue vivo gracias al esfuerzo de locales tradicionales, como el de Irene Tirado, ubicado en las calles Valparaíso y Concepción, en la Tola Alta, uno de los barrios más emblemáticos de Quito.

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Durante la temporada navideña y de fin de año su hueca ofrece esta bebida junto con otros dulces tradicionales, como los buñuelos y pristiños, desde las 10:00 hasta las 00:00.

“Es una bebida refrescante que en la época de la colonia se ofrecía en eventos importantes. Ahora, queremos que más personas la conozcan y la disfruten”, agregó Tirado. Su local se ha convertido en un punto de referencia para quienes desean experimentar los sabores auténticos de la capital.

La declaratoria de Quito como patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco en 1978 reconoció la riqueza arquitectónica y cultural de la ciudad. Sin embargo, esta distinción también implica un compromiso con la preservación de tradiciones como la culinaria.

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La historia del rosero quiteño está profundamente ligada a la identidad de la ciudad y representa una ventana al pasado que merece ser redescubierta y valorada.

En un mundo donde las tradiciones gastronómicas pueden perderse en medio de la modernidad, bebidas como el rosero quiteño son un recordatorio de la importancia de mantener viva la memoria colectiva.

La edil Ledesma señaló que promover su consumo no solo en festividades religiosas, sino también en eventos cotidianos, podría ayudar a consolidar su lugar en la cultura popular.

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Aunque el proyecto para declarar al rosero quiteño como bebida ícono de Quito fue archivado, esto no ha detenido a los defensores de esta tradición.

Iniciativas locales y de turismo, como las promovidas por Quito Turismo, han comenzado a destacar esta bebida en sus ofertas gastronómicas, buscando que tanto los habitantes como los visitantes puedan disfrutar su sabor único.

Su rica mezcla de ingredientes y su complejidad en la preparación son un testimonio de la creatividad y el conocimiento culinario de nuestros antepasados.

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Para quienes deseen degustar el auténtico sabor del rosero quiteño, visitar huecas tradicionales, como Tradiciones Quiteñas, es una experiencia obligatoria.

Además de disfrutar esta bebida, los visitantes pueden sumergirse en la historia y tradición que envuelve cada sorbo acompañados de una cuchara para degustar el mote, conectando con las raíces culturales de una ciudad que, a pesar de los cambios, sigue manteniendo viva su esencia.

En palabras de Irene Tirado, “el rosero quiteño es más que una bebida; es una forma de mantener viva la memoria de nuestra ciudad”. Con cada vaso servido, esta tradición ancestral renace, recordando que los sabores del pasado tienen un lugar en el presente y el futuro de Quito. (I)

 El Universo

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