Conforme envejecemos, nuestro sistema de defensas también disminuye. Si bien los niños tienen un esquema de vacunación para la prevención de más de 16 enfermedades, para los adultos mayores también hay una cartilla que comprende al menos media docena de infecciones.
Hay vacunas anuales, como la que protege de la influenza, y otras de larga duración, como la del neumococo.
Conforme envejecemos, nuestro sistema de defensas también disminuye. Si bien los niños tienen un esquema de vacunación para la prevención de más de 16 enfermedades, para los adultos mayores también hay una cartilla que comprende al menos media docena de infecciones.
El doctor David Iglesias Quilca, especialista en enfermedades infecciosas y medicina tropical, disertó sobre este tema en el encuentro sobre enfermedades respiratorias RespiVerse, realizado en Lima el 25 y 26 de octubre de este año por la compañía biofarmacéutica GSK, que invitó a expositores de Argentina, Perú, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Centroamérica, España, y otros países.
“El adulto mayor debería ser vacunado contra la influenza todos los años. Contra el neumococo debería ser vacunado a partir de los 60 años, y parece ser que eso va a cambiar a los 50 años”, empieza diciendo el médico, cuyo trabajo se enfoca en Chile, Ecuador y Perú. Si se trata de la fórmula contra 20 serotipos, explica, una dosis es suficiente para el resto de la vida.
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“Para el herpes zóster, la población debería ser vacunada a partir de los 50 años, y desde los 18 años en quienes tienen un riesgo incrementado de tener la enfermedad”. La vacuna recombinante, que no contiene el virus vivo, sino un fragmento, tiene una eficiencia por encima del 90 % y puede ser administrada a personas con inmunosupresión.
“Para difteria, tétanos y pertusis (tos ferina), cada diez años. Y para COVID también deberían ser vacunados cada año”. Adicionalmente, opina el especialista, sería ideal añadir a este cuadro la vacuna contra el virus respiratorio sincicial.
En Latinoamérica, explica Iglesias, el cuadro de vacunación se cumple parcialmente, pero no es algo que solo afecte a esta región. “Yo diría que en el mundo, no solamente en la región, hemos estado acostumbrados a hablar de vacunación en niños, pero hoy es importante hablar de protección para todas las edades”.
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Uno de los grandes retos, menciona, es mejorar la cobertura de vacunación en los adultos. “Otro es la incorporación progresiva de las diferentes dosis, no todos los países tienen todas las vacunas en el calendario de inmunización del adulto”.
La vacunación contra el herpes zóster
El herpes puede presentarse en cualquier parte del cuerpo, incluidos los ojos, y en ese caso puede comprometer la visión. El virus, que es el mismo que el de la varicela, es muy común, más del 95 % de los mayores de 50 años lo tienen. Queda latente después de haber tenido varicela, y se reactiva tiempo después.
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Una vez que se ha tenido un brote de herpes zóster, ¿es imposible evitar una recaída? “La posibilidad de recurrencia es de entre 5 % y 10 %, y mientras más joven uno haya tenido herpes, la posibilidad de recurrencia es mayor”, indica Iglesias. “Cualquier persona mayor de 18 años que ya tuvo herpes zóster debe ser vacunada para evitar las complicaciones, que son dos”.
La primera viene en la forma aguda, las lesiones vesiculares asociadas al dolor. La segunda es más duradera. “Una de cada diez personas puede desarrollar neuralgia posherpética, que es más frecuente mientras más edad tenga el paciente, y significa que el dolor en el sitio va a quedar por meses o años, porque las fibras nerviosas fueron dañadas”. Los menores de 60 años tienen un riesgo menor al 10 % de neuralgia posherpética, pero a partir de esa edad, el riesgo se duplica.
Los nacidos antes de 1982 tienen un altísimo riesgo de haber tenido contacto con el virus de la varicela, y por eso, la recomendación de los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC) es que los mayores de 50 años se vacunen sin necesidad de prueba de laboratorio. “Si usted busca la prueba, podría tener un falso negativo”, advierte Iglesias.
Una vez que alguien tiene un brote de herpes zóster, debe recibir un tratamiento antiviral, que tiene eficacia si se da en las primeras 72 horas, y la terapia de manejo del dolor. “Esto puede ser complicado cuando hay neuralgia posherpética, no todos los tratamientos son altamente efectivos, y algunos están asociados a efectos adversos”.
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Iglesias considera que los adultos mayores necesitan su propio esquema de vacunación, así como los niños, los adolescentes y las gestantes. “Sobre todo el adulto mayor viajero, que puede exponerse más”. A esta edad, una infección de herpes zóster o neumococo puede impedir que la persona recupere la calidad de vida que tenía antes.
¿Cómo enfrentar el rechazo a las vacunas?
Iglesias piensa que lo mejor es que los médicos hablen abiertamente con sus pacientes. “Gracias a ellas, no tenemos viruela, polio ni meningitis por haemophilus ni por neumococo, por ejemplo. Y el COVID nos ha demostrado que las vacunas no solamente son para los niños, sino que hay un esquema para todas las etapas de la vida, jóvenes, adultos y adultos mayores”.
El médico aboga también por el beneficio indirecto de las vacunas. ”Los virus y las bacterias circulan menos; hay menos enfermos o no hacen síntomas. Esto tienen un impacto beneficioso en disminuir el riesgo de resistencia bacteriana a los antibióticos, porque si las personas se enferman menos de neumonía o tienen menos cuadros de infección respiratoria, los médicos vamos a usar menos antibióticos. Al usar menos antibióticos va a haber menos riesgo de resistencia bacteriana, que es uno de los problemas emergentes en salud”.
Además, señala, el adulto mayor vacunado tiene menor riesgo de desarrollar infarto y accidentes cerebrovasculares. “La prevención de algunas infecciones virales y bacterianas va más allá de evitar esa enfermedad específica. Vacunarnos contra influenza, por ejemplo, disminuye el riesgo de tener infarto de miocardio y accidentes cerebrovasculares. ¿Por qué? Porque cualquier proceso inflamatorio aumenta el riesgo de infarto y accidente cerebrovascular”.
Las inmunizaciones, finaliza el médico, protegen de enfermedades que son más frecuentes en ciertas edades, pero también previenen otras que son recurrentes o se deben a virus que se modifican con el tiempo, como la influenza. (I)
El Universo